Nuestros nombres
La cámara enfoca a Enrique Ortíz de Landaruzi con su banda al fondo. Isabel Gemio comienza la entrevista con una pregunta incómoda: «¿Quién te puso lo de Bunbury?». El joven asimila el golpe, dice que no le gusta hablar de cotilleos, pero que lo va a contar, que no le importa. Una badana negra cruza su frente y recoge su melena rizada, de un naranja extraño. Baja la mirada y explica que, a los catorce años, sus amigos lo apodaron así porque se parecía a una chica americana con ese apellido. Enrique convirtió una burla en nombre artístico, y dejaba patente una de sus señas de identidad: la chulería. ¿Quién se va a reír ahora de quién? En ese momento nació el cantante de la mejor banda de rock de este país. Hablo, por supuesto, de Héroes del Silencio.
En cuatro discos de estudio el grupo evolucionó de melodías pop con un tiempo medio a un rock contundente, con guitarreos reconocibles y cambios de ritmo eléctricos. Héroes vestían cuero, calzaban botas acabadas en punta, eran melenudos, mostraban el pecho y el cuerpo tatuado. En sus directos furiosos sobrevolaba una atmósfera sexual y de éxtasis violento. Aglutinaron una legión de seguidores que compró por millones sus discos y acudía a todos los conciertos, unas giras interminables que los llevaron a Centroeuropa y Latinoamérica. Héroes se escuchaba en la radio, en las televisiones, en los bares, en las casas, eran portada de revistas, los recibieron en el Palacio Real, fueron una máquina de componer, y también de amasar dinero.
Al frente estaba Bunbury. Sus detractores no entendían como triunfaba un exponente de la teatralidad, la literatura y el misterio. En los directos adoptaba poses forzadas, se tiraba al suelo y se quitaba la ropa. Impostaba la voz hasta mudarla cavernosa y oscura, emitía sonidos y hacía ecos. Se confesó un lector voraz y sus composiciones estaban salpicadas de referencias literarias: Baudelaire, William Blake, Celaya; e incluso filosóficas: Heráclito y Nietzsche. La preocupación por las letras se apreciaba en un uso rico del lenguaje y en un simbolismo que conformó un mensaje críptico, un enigma que a muchos sedujo.
Héroes del Silencio se separó en 1996. Trece años después, solo un músico con arrojo se planteó crear un grupo tributo que reprodujera con fidelidad aquel sonido, aquella voz, ese modo de estar sobre un escenario. Él fue Chema Moiai con su banda El Silencio de los Héroes.
La carretera comarcal estaba desierta. Solo se cruzaron en mi camino furgonetas que circulaban a gran velocidad y un tractor con un remolque cargado de heno. El paisaje era una sucesión de campos cultivados rota por huertos de placas solares. A lo lejos divisé Ejea de los Caballeros. Esta localidad zaragozana no contaba con escuela de música moderna y, sin embargo, ha sido cuna de numerosos grupos. Tako es una banda de rock veterana, famosa en la región, con discos memorables como Todos contra todos y Veneno. Después le ha sucedido una larga lista de formaciones: Sinrazón, Oscuro, Plástico o Marguin 7. También destacan los compositores Lorenzo Cortes y Sergio Jiménez Lacima que trabajan en publicidad, televisión y cine.
Moiai fue un mal estudiante, más preocupado por perfeccionar las imitaciones de profesores y celebridades que por aprobar el curso.
Cuando tenía ocho años, su abuelo Antonio le regaló una guitarra española. «Me pueden quitar cualquier cosa menos la guitarra», dice Chema. Como los abuelos y nietos afortunados, entre ellos existió una estrecha relación de afecto y complicidad. «Me crié en su casa con la bicicleta, el perro y los conejos, montando y desmontando zarrios. Para él era su ojito derecho al ser el primero».
Chema asistió a las clases particulares de Jesús Peralta, una institución de la jota en Ejea. Luego perfeccionó la destreza practicando en misa, estudiando en casa y de oído junto a otros chicos.
La colección de discos de sus padres no era una maravilla y estaba nutrida de villancicos y canciones infantiles. Eso sí, había un par de álbumes de The Beatles que Chema escuchó sin descanso.
El teatro fue otra pasión a la que se entregó. A los quince años, creó con otras personas una compañía. Representaban sainetes y entremeses cómicos. La escenografía y los recursos eran básicos, pero obtenían dinerillo de la venta de las entradas, y durante dos años disfrutaron de lo lindo. «Me encantaba escuchar las reacciones del público y el crujido de la madera bajo los pasos».
Pronto dejó el instituto y compaginó una beca en Cadena Dial y Carrusel deportivo con un empleo de camarero en el Casino. En los programas pinchaba música, y daba paso a las retrasmisión de los partidos de fútbol del Ejea, imitando las frases hechas de los locutores del momento.
La fotografía fue otra afición a la que quiso dedicarse profesionalmente. Se costeó los estudios en Zaragoza con los ahorros que consiguió. Fue una gran decisión, ya que conllevaba vivir en la Residencia de estudiantes Pignatelli. Los lunes se desplazaba a la capital de una manera peculiar: en coche oficial. Javier Lambán, el actual Presidente de la Comunidad Autónoma de Aragón y en aquel entonces, alcalde de Ejea y diputado en la Diputación Provincial de Zaragoza, es tío de Chema. En aquellos viajes lo convenció para sustituir a un concejal del PSOE, aunque no duró mucho en el cargo, porque no le gustó ese mundo. No fue su único desencanto, la escasez de recursos en el instituto Los Enlaces, donde se impartían los talleres de fotografía, le desanimó hasta el punto de abandonar los estudios.
Moiai se centró en la música y en el año 2000 formó Marguin 7 con su amigo Fernando Campos. La suerte los acompañó, y un hostelero ejeano fue su mecenas en la grabación del primer disco No vale trallazo. <<Creíamos que estaba de coña cuando nos dijo que nos daba seiscientas mil pesetas… pero no, no lo estaba>>. En 2003, repitieron con otro trabajo de título Canciones de amor, que contenía un preservativo dentro. De aquella aventura, el mayor éxito fue una canción festiva: Amigo José. «Todavía se escucha en alguna discomóvil en las fiestas de los pueblos».
Chema compró un bar en la calle Herrerías, la zona de marcha de Ejea, al que llamó Seattle. Los clientes le animaban a que formara un nuevo grupo. Ultraniu publicó en 2008 Grandes éxitos, con canciones rock, arreglos étnicos, country, y hasta contó con colaboraciones de raperos. Chema me lo regala y lo reproduce en el coche. Está interesado en que lo escuche, son temas que ha escrito con dedicación y cariño. Grandes éxitos me ha gustado bastante, y no es un halago gratuito. El trabajo no estuvo respaldado por una discográfica, no se radió lo suficiente, y el grupo consiguió pocos bolos. «Si no eres de la capital, no te hacen caso, es muy difícil», dice Chema decepcionado.
Un músico vive para tocar ante el público, no para permanecer encerrado en un estudio de grabación. Chema soñó con un nuevo proyecto para resarcirse del mal trago, pero todavía no sabía qué camino tomar. La respuesta estaba en su mente, la había tarareado durante años.
No soy preciso si digo que a Chema le gustan mucho Héroes del Silencio. A mí me gustan mucho Héroes, a un fanático le gustan mucho y a Chema también, pero ese mucho posee una intensidad y matices distintos en cada persona. En las fotos de boda, Moiai está vestido con un traje morado, de chaqué entallado con faldones largos. El atuendo me resultó familiar. Chema reconoció que es idéntico al que llevó Bunbury en el concierto de Las Consecuencias. En 2010, ya en solitario, Bunbury grabó la actuación para Canal +, que fue emitida en la cadena y estrenada en una decena de cines. Chema vio la película y quiso el mismo traje para el día de su ceremonia. Recorrió las tiendas de tejidos de Zaragoza hasta que encontró una en la calle Alfonso que vendía un paño de igual color. Cuando espetó ¡Esta es!, y explicó su intención, los dependientes se rieron. Conocían a Rosa de Que te zurzan, la sastrería donde Bunbury había encargado la confección.
Normalmente las mejores ideas surgen fuera de uno, en la observación y el disfrute del prójimo: escuchándolos, leyéndolos, viendo sus obras o simplemente cómo actúan en lo cotidiano. Chema asistió a un concierto de Dios salve a la Reina, un grupo tributo a Queen y comprobó que el público se entregaba, olvidando que no eran los músicos originales. Pensó que el bigote de Mercury no le sería favorecedor, pero que él clavaba la voz de Bunbury. Era cuestión de convencer a Fernando, Flopo y José, integrantes de Ultraniu, para empezar a ensayar, antes de que a otros se les ocurriese lo mismo.
El Silencio de los Héroes fue el nombre propuesto por una amiga al conocer el proyecto, y me parece muy acertado, porque el grupo de Moiai surgió para llenar el vacío, el silencio de la banda zaragozana.
El primer ensayo general fue con público, en una celebración en Ejea. Solo tocaron tres canciones, pero fue suficiente para confirmar que sonaban fieles y que la gente se entusiasmaba. En el 2010 fueron contratados para actuar en la Carpa del Ternasco, un escenario popular de las fiestas del Pilar. Allí se congregaron seguidores de Héroes, curiosos y peñistas. Todos conocían las melodías y eran capaces de juzgar: fue un éxito y Chema acabó manteado, después de saltar del escenario.
El espectáculo del grupo dura dos horas y repasa en veinticinco canciones la discografía de Héroes. Chema toma néctar de miel, ya que emular la voz de Bunbury en un tiempo tan dilatado le supone un esfuerzo vocal. «Me pregunto cómo hacía para aguantar giras tan largas». Cuida los detalles de caracterización, que imitan la imagen de Avalancha: pantalón campana plateado de brillos o lentejuelas, camiseta negra, botas y gafas. En los bolos importantes, Chema va a la peluquería para que le ricen el pelo. De serie ya incorpora rasgos comunes como los aros en las orejas y los tatuajes (Chema se tatuó en los antebrazos dos de los dibujos circulares que ilustran cada canción en el libreto de El espíritu del vino). Sorprendentemente el resto de la banda no utiliza el vestuario de Héroes, lo que les resta similitud. «Lo ven ridículo, y no les gusta Héroes como a mí», explica Chema. Se les perdona porque son grandes músicos y el sonido es magnífico. Además, en el escenario son eclipsados por Moiai, que acapara la atención con su energía y movimientos. «Debo ser una estrella del rocanrol durante todo el espectáculo, por eso cuido cada gesto, sobre todo en los impasse. Por ejemplo, tuve que quitarme la manía de colocar el soporte del micro junto a la batería. Ahora lo tiro a tomar por culo».
La lista de conciertos ha sido extensa: Barcelona, Valencia, Madrid, Granada, Sevilla o Murcia. Chema destaca varios. Por el número de público, los que tuvieron lugar durante las fiestas del Pilar en la Carpa, la Sala Multiusos y, por encima de todos, el que realizaron en la Plaza del Pilar en el 2015 para finalizar los festejos. Y en cuanto a ilusión e importancia, el del Teatro de las Esquinas en el 2013 para celebrar el Día H (cada 19 de octubre se homenajea a Héroes en distintas ciudades del mundo con conciertos, fiestas, charlas y exposiciones). Esa noche fue especial por dos motivos: ganaron el Cover Oro a la mejor banda tributo mundial, y Pedro Andreu, batería de los Héroes que fue a entregarles el premio, cogió las baquetas y tocó con ellos un tema. El aforo se completó y decenas de personas no pudieron entrar.
Con esta trayectoria y notoriedad es fácil comprender una de las frases célebres de Flopo, el guitarra del grupo: «Es muy difícil ser una estrella, actuar para miles de personas y al día siguiente volver a ser fontanero».
Antes de conocer a Chema, me imaginaba que me encontraría a un músico distante, con ropa de cuero negra, que se tomaría pausas antes de contestar, y que lo haría con una voz profunda deudora de la de Bunbury. Sin embargo, desde el principio, descubrí una persona sencilla, cercana, con marcado acento aragonés, alegre y con sentido del humor. Aparte de los tatuajes de Héroes, Chema posee un tatuaje del Real Zaragoza en el pecho (es seguidor del equipo y comentarista deportivo en una tertulia radiofónica) y otro, en el antebrazo, de una nave de Star Wars; que son signo de que posee otras aficiones y de que no las oculta. Durante la cita, me llevó al Seattle. Cuando se cansó de la noche, lo alquiló, pero el inquilino se ha marchado recientemente. Chema no quiere cerrar el bar y lo va a reabrir ese fin de semana. Mientras contesta a mis preguntas, utiliza un insecticida y rocía las esquinas del establecimiento. Pienso que Chema no es el sosias que esperaba, o no a tiempo completo, que con ese gesto me va a fastidiar el artículo. Aunque inmediatamente, me digo que estoy equivocado, que es una suerte que se muestre sin máscaras, que responderá con sinceridad a una cuestión controvertida sobre su carrera, que guardo y es hora de que saque a colación.
En el verano del 2008, Chema conversaba con su amigo Richi Martínez, cantante de Bogus Band y productor de Ultraniu. Entre risas, Richi comentó que todavía no se había compuesto una jota roquera. Chema recogió el guante y cantó Noches de verano, de Amaral, en versión folclórica. Richi le pidió que se dejara grabar para utilizar esa broma como tono de móvil. La pieza corrió como la pólvora, y Chema fue invitado a programas de televisión autonómicos. Amaral la escuchó, les divirtió mucho e incluso nombraron a Chema en un concierto.
Aprovechando el tirón, un amigo le propuso grabar vídeos: las maJotas de Jesús Ángel son parodias en las que Chema aparece con camisa, corbata y repeinado hacia atrás.
En el 2015, Telecinco emitía Got Talent, un programa de búsqueda de talentos. Los encargados rastrearon las televisiones locales para hallar personas espontáneas, que dieran juego, y encontraron Noches de verano en versión jotera. Contactaron con Chema, y sin duda su actuación fue la más comentada y la que obtuvo más repercusión en las redes sociales. El móvil de Chema recibió cientos de mensajes en los que era felicitado.
También me informó de que fue invitado a un homenaje a Fernando Esteso, en el que compartió escenario con las vedetes La Maña y Corita Viamonte, con King África y Mario Vaquerizo. Sentí horror al imaginar al cantante del Silencio de los Héroes en esa tesitura. Le cuestioné la coherencia de esa faceta cómica con su trayectoria en el rock. Chema me respondió que el teatro y la música son sus pasiones, y que estas actuaciones le dan la posibilidad de aunarlas; que el jotero roquero es otro papel más, igual que interpreta a Bunbury, el alter ego que se inventó Enrique Ortíz. «Yo soy así», concluye.
Contrariado, me resistí a aceptarlo, aunque entendía que etiquetar a una persona en una sola categoría es reduccionista; que las personas, y quizás en mayor grado los artistas, son contradictorios, poseen pliegues que forman recovecos y dimensiones polémicas. Le pregunté si creía que ese jotero disminuye su credibilidad. Chema perdió la sonrisa por primera vez desde hacía horas. «Me siento bien haciendo feliz al público. A la gente le gusta cuando hago el mono o imito a Bunbury, pero no me hicieron caso con Ultraniu, un proyecto personal y serio. Ojalá pudiéramos tocar nuestras canciones, daría cualquier cosa por ello. Pero de momento es lo que hay». Me quedé callado, no se me ocurrió añadir nada, y si se me hubiese ocurrido, no lo habría hecho: lo esencial estaba dicho. Tomé un trago de bourbon y deseé que ese de momento sea breve.
La crisis económica ha afectado a la industria musical y El Silencio de los Héroes no se ha salvado. Los bolos han decrecido porque los ayuntamientos no contratan u ofrecen poco dinero. Aunque ellos tienen su propia productora, es caro y arriesgado alquilar salas de conciertos en otras ciudades. Además existe la competencia de nuevas bandas tributo a Héroes. El grupo no se desmoraliza y quiere progresar. Consideran la posibilidad de componer temas propios con el sonido de Senderos de traición, el álbum que más gusta a Chema y que cree que representa mejor el sonido de Héroes. «Es un reto, pero ofreceríamos nuevo material, algo que los fans desean». Luego está el sueño de girar en México y Alemania, países donde Héroes conservan muchos adeptos, pero tienen que procurarse un representante que garantice el contacto con los promotores de la zona.
En 2011, Héroes presentó Live in Germany un directo que fue grabado en 1993 durante una actuación en ese país. Aquello constituyó una novedad en sí misma, pero la sorpresa vino cuando anunciaron que pretendían componer nuevas canciones, con o sin Bunbury.
Algunos compañeros de profesión desvelaron a Chema que era uno de los candidatos de la formación para ser el cantante. No hubiera dado credibilidad a esos rumores si no hubiese sido porque Juan Valdivia, guitarrista de Héroes, visitó dos conciertos de la banda en Murcia y Zaragoza. En la primera ocasión, Moiai no se enteró de la presencia de Valdivia hasta que no se bajó del escenario, pero en Zaragoza, el músico saludó al Silencio antes de la actuación. Chema fue directo, le preguntó por la razón de dos visitas tan seguidas y si las habladurías tenían base. Valdivia se escabulló y no dio una respuesta clara.
Hasta la fecha, ese anuncio no se ha materializado. ¿Fue una estrategia comercial para promocionar el disco? ¿El resto de Héroes pensó mejor embarcarse en la creación sin Bunbury, el alma y principal compositor de la banda? ¿Merece la pena el riesgo, producir un álbum que acabe con el mito, ellos que tienen la vida resuelta? El tiempo responderá, y quién sabe si la carrera de Chema cambiará de manera radical.
A Chema le encantaría conocer a Bunbury, aunque tendría que coincidir con él o que alguien se lo presentara. En ningún caso forzará esa situación. Fabulo sobre la reunión: en el reservado de un bar, cantando a dúo La chispa adecuada, Chema con la guitarra española que le regaló su abuelo. Terminan, y Bunbury sonríe porque cree verse en un espejo.
—Vamos a hablar de nuestros nombres. ¿Sabrás seguramente de dónde viene Bunbury?
Chema asiente. Aunque Enrique ha matizado en declaraciones posteriores que el apodo que le pusieron coincidió con una lectura de La importancia de llamarse Ernesto, de Oscar Wilde, en la que un personaje se llama así; todos sospechan que la verdadera causa fue para contrarrestar una mofa.
—Supongo que Moiai es tu nombre artístico.
—Supones bien. Me llamo José María Montañés. Moiai viene de cuando una prima pequeña de mi padre, que se llama también José Mari, no podía pronunciar bien el nombre y decía Moyayi. A mi abuelo Antonio le hizo gracia. Nunca llamó así a mi padre, pero a mí sí. Después lo adapté, le quité la segunda i griega, y cambié la primera por una i, que se pronuncia ye, como en eusquera, por ejemplo en Idoia. La gente se equivoca, como tú, y tengo que explicar que se pronuncia Moyai.
Bunbury se corrige y repite correctamente. Siente envidia: su nombre artístico tuvo el origen que tuvo, y, en cambio, el de Chema es un homenaje a su abuelo, a la persona que le regaló su primera guitarra, a quien propició todo. Bunbury levanta su copa y propone un brindis.
—Tú dirás, maño —dice Chema al ver que Bunbury no se arranca.
—Brindemos por tu historia y por Antonio.
Brindemos.
Nuestros nombres es además el título de una canción de Héroes.
Las fotografías fueron tomadas por Jaime Ortíz durante el concierto que El Silencio de los Héroes ofreció en el festival Pilar Rock (Sala Multiusos, 8 de octubre del 2016).
La imagen de la portada es un retoque digital a partir de las fotos del albúm Avalancha (desconozco el autor) y de una foto promocional del Silencio (obra de Carlos Pérez).