Kubrick vs. King
Me gusta ser pasajero, así puedo contemplar el paisaje. Sobre todo cuando la carretera se adentra entre montañas con bosques tupidos en sus faldas. Finalizado el verano y antes de que comience la temporada de esquí esas rutas aparecen desiertas, no es habitual cruzarte con otros vehículos. Al atravesar los pueblos se observa poca actividad; en las estaciones los remontes están inmóviles, oscilando sobre un suelo de hierba macilenta que el ganado pasta; gran parte de los restaurantes y colmados permanecen cerrados, al igual que los hoteles que se levantan junto a los lagos. Esa visión conduce a mi pensamiento hacia dos historias ubicadas en la montaña y que están muy presentes en mí. Me refiero a Twin Peaks y El resplandor.
En la frontera francesa, en el puerto del Portalet, decidí que había llegado la hora, tantas veces pospuesta, de leer la novela El resplandor de Stephen King para compararla con la película que realizó Stanley Kubrick basada en ella. Estos creadores abordan la misma trama de terror utilizando lenguajes distintos, uno, el escrito y el otro, el audiovisual. Aunque la narrativa de King es muy visual, de ahí que, junto a su éxito comercial, sus libros hayan sido adaptados al cine en numerosas ocasiones. Por todo ello, creo que es posible dar comienzo a este duelo en el que actuaré de árbitro. Advierto de que este artículo contiene spoilers.
A pesar de que el temor a la muerte y al sufrimiento alimentan a todos los miedos y fobias, existen multitud de clasificaciones. Nos serviremos de los que trata El resplandor para analizar, además, otros aspectos de la obra.
El miedo al aislamiento y la soledad
En ambos casos la historia da comienzo cuando Jack Torrance junto a su esposa Wendy y su hijo Danny llegan al hotel Overlook. Jack ha obtenido el empleo de vigilante y encargado del mantenimiento mientras el establecimiento permanece cerrado al público. No habrá más trabajadores y no se preveen visitas esporádicas de seguimiento. De manera que una familia de tres miembros se enfrentará al clima invernal encerrados en un hotel mal comunicado, ya que únicamente una pista forestal lo conecta a la estrecha carretera que llega hasta el primer núcleo habitado, Sidewinder, a más de quince kilómetros. El director del hotel (Ulman) advierte a Jack de la presión sicológica que puede provocar un retiro continuado; de hecho le confiesa que el anterior vigilante, Grady, acabó perdiendo la cabeza y asesinó a su esposa y dos hijas para después suicidarse. Jack confía en superar esa dificultad y aunque su mujer guarda reparos, se decide a acompañarlo ya que piensa que la calma actuará como lenitivo de una situación familiar problemática. El más remiso es el pequeño Danny, que posee la capacidad de leer el pensamiento y de ver acontecimientos futuros.
Ahora bien, el aislamiento en la novela es menos acusado por varios motivos. En primer lugar, Stephen King sitúa varios episodios en Sidewinder, en los que la familia realiza compras, visita al médico o la biblioteca. Y segundo, porque Jack establece contacto telefónico con el director del hotel y con Al, el amigo que le ha conseguido el puesto. Con ello, King consigue dotar de realismo a la narración puesto que resulta normal que la familia baje al pueblo mientras la carretera no esté cortada y que hable con otras personas. Sin embargo, estas situaciones no aparecen en la película. ¿Por qué Kubrick las deshecha? Para crear claustrofobia. Contadas son las escenas ubicadas fuera del Overlook y cuando lo hacen son para subrayar la huida o presentar a personajes que quieren ayudarlos (Hallorann, el cocinero con precognición que está de vacaciones y vuelve al hotel ante la llamada telepática de auxilio de Danny o los guardabosques que entablan contacto por radio). De este modo, Kubrick incomunica y encierra a los Torrence en el hotel y con ellos, al espectador, que paulatinamente sentirá su misma angustia.
El miedo a los fantasmas
Stephen King describe desde su inauguración en 1907 la historia del hotel. Sabemos así de sus propietarios, en la mayoría de los casos envueltos en negocios fraudulentos, que enfocaron el negocio de diferente forma: como reducto de descanso para los turistas, sala de juegos ilegal o centro de operaciones para la mafia. En todas sus épocas fue escenario de sucesos oscuros: orgías, asesinatos, muertes repentinas, suicidios… Las personas que allí murieron permanecen en una dimensión que solo Danny puede percibir al principio. El hecho de conocer su pasado permite una fácil identificación por parte del lector cuando se presentan como fantasmas. En la película no se explican esos acontecimientos pretéritos (salvo en el caso del vigilante Gray) de modo que en el momento que surgen los espectros, el espectador no dispone de datos para reconocerlos. No es necesario porque Kubrick confía en nuestra inteligencia para que intuyamos lo que les ocurrió. Tampoco en el film aparecen los mismos fantasmas que en el libro y los que coinciden son tratados de modo distinto en varias ocasiones.
El camarero del salón Dorado (Colorado en el libro) y Gray son los fantasmas reflejados con más fidelidad a la novela, incluso los diálogos que mantienen con Jack son prácticamente calcados. Stephen King no emplea en ningún momento a las hijas de Gray, sin embargo, Kubrick las rescata y les confiere protagonismo. De manera acertada porque la imagen de esas dos niñas con vestido azul, hieráticas, de mirada sombría dirigida hacia un Danny asustado al encontrarlas en el pasillo alfombrado, se ha convertido en una de las secuencias grabadas a fuego en nuestra memoria. Esto me lleva a advertir un detalle significativo y que evidencia el perfeccionismo de Kubrick. En la novela, Danny camina por los pasillos del hotel y en la cinta se desplaza en un triciclo. Me parece más verosímil que lo haga de este modo porque para un niño sería agotador andar por unos corredores que resultarían interminables para él y porque pedalear en un triciclo constituye un juego en sí mismo. Aunque, pienso que el motivo que empujó al director a decantarse por esta posibilidad no es únicamente la verosimilitud, sino la estética visual. En esas escenas grabadas con steadycam, tras la estela de Danny, la escena cobra velocidad, cada vez que toma una curva para rebasar una esquina te encoges porque esperas que aparezca algo que le asuste. En definitiva, la narrativa visual es más bella y dinámica que si el niño caminara a pasos cortos.
En el libro sabemos que la mujer de la bañera de la habitación 217 (número 237 en el film) se trataba de una persona de sesenta años, cliente habitual que acudió por última vez al hotel junto a un amante mucho más joven. Pasaron varias noches en compañía, él aguantado las curdas de su rica compañera hasta que se hartó y la abandonó. Ella no pudo soportarlo y se suicidó tomando un bote de pastillas. Será Danny el primero en acceder a la habitación y sufrir el ataque del fantasma y luego su padre cuando sube a descartar la versión de su hijo. Además, la mujer cobra presencia en otros fragmentos de la novela: demasiadas veces porque en lugar de inquietarte terminas pensando que otra vez se va a pasear la señora. A Kubrick no le interesa el relato del suicidio. Simplemente nos muestra cómo recomiendan a la familia que no entre en esa habitación, cómo Danny presiente que algo malo se esconde tras ella. Sin embargo, el niño desobedece y, tentado al descubrir la puerta entornada, accede. Hasta ahí vemos. Kubrick no nos presenta a la mujer hasta que Jack la descubre. Lo decide así porque introduce una novedad: la señora del libro, es en la película un espectro joven, bello, sensual que despierta el apetito sexual en Jack, algo que no podría provocar en el niño. Cuando Jack entra, la mujer sale de la bañera, va hacía él, se besan hasta que abre los ojos y descubre horrorizado que se ha convertido en una vieja encorvada, con la carne ulcerada y mechones de pelo ralo como de perro abandonado. Qué brillante Kubrick: suspense, deseo, repulsión y sorpresa; consigue tantas emociones en un par de minutos.
En la película los fantasmas poseen forma humana, son la continuación de personas que existieron. En cambio, Stephen King amplia el catálogo de espectros a cosas. Lo hace porque en su novela el hotel es en sí un ente malévolo, inteligente, con capacidad para dotar de vida a los objetos y espacios que alberga. Así que a lo largo de la narración existen episodios en los que la manguera de un antiguo extintor repta por los pasillos, los setos ornamentales del jardín podados con formas de animales acechan violentamente o los ascensores se ponen en funcionamiento solos. King utiliza un terror más fantasioso y esto depende de preferencias, pero yo me quedo con la opción más razonable (si esta es la palabra adecuada) de Kubrick.
Para ser exactos, el director también utiliza otros elementos para generar turbación que podemos considerar obra del Overlook. Uno de ellos es el manantial de sangre que brota de las puertas cerradas del ascensor y que salpica violentamente las paredes. En el libro nada se habla de ello, quizás existe una referencia indefinida “la Muerte Roja”, pero en ningún momento se describe. En cualquier caso, aunque Kubrick tomase la idea prestada, él es el que la materializa en una imagen hermosa y a la vez horrenda, que, además, rodada a cámara lenta, potencia su dramatismo.
El otro aspecto más importante (aunque finalmente queda patente que ha sido realizado por mano humana) es la palabra “REDRUM” que aparece en las premoniciones de Danny escrita en una puerta. Al final de la cinta, descubrimos, gracias a su reflejo en un espejo, que significa MURDER (asesinato o matar en inglés). En la primera fase de la novela “REDRUM” se muestra en las pesadillas de Danny, pero ni él ni sus padres reparan en su disposición inversa. De hecho, se repite en varias ocasiones e incluso Jack y Wendy debaten con el doctor del pueblo sobre el posible significado de la palabra. A Kubrick le bastan dos parpadeos para causar sobresalto y su visión en el espejo para espantarnos.
El miedo al fracaso
Los personajes poseen mayor recorrido en la novela. Stephen King nos informa de su pasado, de los episodios traumáticos que han determinado sus personalidades, de la relación de pareja y familiar. Así, entendemos en gran medida la razón de su conducta y decisiones; mientras que en la película los personajes son presentados en el tiempo presente, sin flashbacks que complementen sus perfiles.
El libro trata con profundidad el miedo al fracaso que es el que induce al matrimonio a aceptar el trabajo en el Overlook. Por un lado, Jack no quiere fallar en su papel de padre, esposo y sustentador de la familia. El alcoholismo, la adicción a los fármacos y su agresividad le han conducido a la pérdida de su empleo como profesor de literatura en una universidad, a que Wendy se plantee el divorcio tras las continuas discusiones y a consecuencia del hecho más grave: Jack le partió un brazo a Danny como castigo a una travesura (este incidente es el único que se plasma en la película, en el diálogo de Jack con el camarero del salón Dorado). Jack entiende que la estancia en el hotel, además de proporcionarle un sueldo, le permitirá dejar la bebida y aplacará sus impulsos violentos. Es lo mismo que espera Wendy que ocurra y por ello piensa que una temporada alejados del ambiente que estaba destruyendo a Jack representa la última oportunidad para conservar su matrimonio y no verse obligada a volver a la casa de su madre, una persona dañina para ella.
Por otro lado, Jack considera que el empleo de vigilante es perfecto para disponer de tiempo y tranquilidad para encauzar su carrera de escritor ya que consiguió publicar varios relatos en revistas literarias, pero lleva varios años atascado con una obra teatral. Stephen King otorga importancia a este tema en la primera mitad del libro y lo conecta con la trama principal cuando Jack descubre un álbum con recortes de prensa sobre el Overlook que le permite conocer el pasado turbio de sus propietarios y moradores. Es ese el momento en el que Jack comienza a obsesionarse con el hotel y su historia y proyecta incluso escribir sobre ello para retomar su creatividad, algo que lo enfrenta con Ulman y su amigo Al. En la película no se nos muestra esta subtrama. Kubrick realiza, como en otras ocasiones, un ejercicio de síntesis. Únicamente le interesa enseñarnos el desasosiego que provoca en Jack el síndrome de la hoja en blanco (nervios que canaliza lanzando una bola de béisbol contra la pared del comedor) y, luego, nos engaña magistralmente cuando nos induce a pensar que la labor febril de Jack, tecleando en la máquina de escribir, representa la superación de su estancamiento. Nos confunde porque, en secuencias posteriores, asistimos aterrados junto a Wendy a la constatación de que Jack ha estado escribiendo en cientos de páginas la misma frase: “All work and no play makes Jack a dull boy” (Todo trabajo y nada de diversión hacen de Jack un tipo aburrido). Nace entonces en Wendy el temor a que su marido esté loco, surge en ella el peor de los miedos: que su marido les ataque.
El miedo a la muerte
Es en el desenlace de la trama donde existen más diferencias entre las obras.
En el libro la pelea final comienza cuando Wendy encuentra a Jack en el salón Colorado. Gracias a la intervención de Danny, que se abalanza sobre su padre, consiguen distraerlo y luego reducirlo al romperle una botella en la cabeza. Después, también con la ayuda del niño, Wendy encierra a Jack en la despensa.
En la película, Danny no participa de este hecho, sino que escapa. Un niño de cinco años puede llorar o empujar al presenciar una riña entre sus progenitores, pero a mí, como al director, me parece improbable que tenga el valor para defenderse de un adulto, como que la madre no lo aparte de la escena. Además el desenlace no comienza en el salón Dorado, lo hace cuando Jack llega al comedor y descubre a Wendy leyendo su incongruente manuscrito. Este es el modo en que empieza una de las escenas más tensas de la historia del cine. Jack sube poco a poco las escaleras, amenazando con una sonrisa malévola a Wendy, que retrocede blandiendo sin apenas fuerza un bate de béisbol. Cuando esperamos que Jack va a apresarla, Wendy le golpea en la mano y la cabeza y cae inconsciente escaleras a bajo. Después, ella sola lo arrastra hasta la cocina. Tras cerrar la puerta con pestillo, Wendy se hace con un cuchillo en un acto impremeditado.
En la novela, cuando Jack sale de la despensa, aferra un mazo de roqué (una variante estadounidense del cricket) para acabar con su familia. Encuentra a Wendy y se produce entonces una segunda refriega en la que vuelve a salir malparado puesto que su esposa le clava un cuchillo en la espalda (lo guardaba en el bolsillo de su bata, de hecho lo había escondido mucho antes, por si lo necesitaba). Tras un momento de debilidad, Jack se recupera y persigue a Wendy hasta su habitación. Puede que un herido por arma blanca pueda caminar con ella hendida en su espalda si no ha afectado a ningún órgano y si se encuentra en estado de trance. Puede ser, pero muchos pensaríamos que es algo excepcional, como lo hizo Kubrick.
En la cinta, tras la salida de Jack no se produce un segundo encuentro. Se dirige directamente, con un hacha en la mano, a la habitación donde espera hallar a su familia, cojeando y sangrando por la cabeza, pero sin un cuchillo hundido en el espinazo. Logra romper la puerta a hachazos y luego introducir la mano por el hueco abierto para acceder al picaporte. Se me hace difícil creer, como ocurre en la novela, que alguien pueda traspasar una puerta con un mazo de roqué. Pensemos que los arietes que usa policía no atraviesan la barrera, solo consiguen fracturar el cerrojo.
Wendy se oculta en el baño y abre una ventana para que Danny escape al exterior, deslizándose por el montículo de nieve que se ha acumulado con el temporal; pero ella no puede hacerlo ya que el hueco es estrecho. Stephen King no sitúa a Danny junto a su madre, lo esconde en el hotel antes de que Jack llegue. Nerviosa, encuentra unas cuchillas de afeitar con las que corta en la mano a su marido cuando este consigue, otra vez con el mazo, partir la puerta. ¡Un cuchillo en la espalda no ha conseguido detenerlo, pero unas cuchillas sí! En la película, este momento es realmente espeluznante. En primer plano aparece el hacha astillando la madera y al fondo Wendy con el rostro desencajado y el cuchillo en la mano (el que había cogido en la cocina y no había clavado). Es con él, con el que impide que Jack acceda y la mate.
En ambas obras, Hallorann, el cocinero negro con precognición, llega al hotel en ese instante. Jack escucha el motor del coche oruga y decide posponer su intención para encargarse de Hallorann. En el libro, Jack le golpea brutalmente con el mazo y lo abandona porque cree que está muerto, cosa que no ocurre. Sin embargo, en el film, sí que lo asesina de un hachazo. Como más adelante explicaré, Kubrick no es piadoso con los personajes, en cambio King lo es en exceso.
Tras deshacerse del cocinero, Jack busca a Danny. En la novela lo encuentra cuando pretendía esconderse en el desván. El niño despliega entonces una oratoria que ya la quisieran para sí muchos diputados y consigue despertar a Jack de su enajenación. El padre opta por suicidarse, golpeándose con el mazo en la cabeza, para de ese modo no dañar a su hijo. Sin él, cree que el Overlook no podrá atrapar a Danny, puesto que además repara en que durante el último día no ha bajado la temperatura de la caldera y estará pronta a estallar. Así ocurre, el hotel arde en llamas, mientras Wendy, Danny y Hallorann huyen. ¿Qué mueca de desagrado o de hilaridad se dibujaría en el rostro de Kubrick al leer este final solo apto para los que disfrutan con un cortado descafeinado con leche de soja?
En la película, Jack sale al exterior del hotel, se adentra en el jardín laberíntico en pos de su hijo. Este tipo de jardín es ya de por sí misterioso y desasosegante, un escenario más elegante que los setos con formas animales. Y ya sabemos que allí Danny emplea su inteligencia para volver sobre sus huellas impresas en la nieve, esconderse y evitar que Jack lo mate. Esa inteligencia, aunque es extraordinaria para un niño, me resulta, sino más verosímil, sí más discreta y acertada que la disertación que emplea King en el desván. Se trata, en todo caso, de una escena tenebrosa, de extrema tensión y que finaliza sin concesiones: con la muerte de Jack por congelación tras no hallar la salida. Desconozco si en un alarde de intelectualidad, Kubrick quiso entroncarla con el mito de Teseo y el Minotauro, pero esto es, aparte de una pedantería por mi parte, estirar mucho hilo, valga la redundancia.
Señalaba que King trata con piedad a sus personajes. Salva a Hallorann, Wendy y Danny. Hace que Jack realice un acto de contricción, lo reconcilia con Danny antes de suicidarse para evitar el asesinato. Suele funcionar en la ficción el arrepentimiento del malvado, que aparezca en él, en última instancia, un gesto de humanidad que preceda a su castigo. Para mí, en la novela no encaja.
En cambio Kubrick es inmisericorde, mata al cocinero, al héroe que pretende ayudar, y aboca a Jack al fracaso como padre y homicida, sin resquicios para que nos sintamos apenados por él. Incluso podemos pensar que Kubrick nos presenta de manera soterrada la crueldad infantil ya que la maniobra intencionada de Danny conduce a la muerte de su padre.
Ha sonado la campana y los púgiles se retiran a las esquinas a esperar el veredicto. Han existido otros lances, aunque estos son los determinantes para el juez.
El resplandor de Stephen King no es una mala novela, posee buen ritmo, suspense y terror y en varios fragmentos he disfrutado con su lectura. Lo que me ha decepcionado del autor es su estilo, en ocasiones con escasos recursos, burdo en otras. Extraigo dos ejemplos que aparecen en los capítulos finales. “Esa masa de aire arrojó de la terraza a los tres, y mientras volaban en el aire (así es como se sentiría supermán)…“. “Poco a poco una fuerza se había acrecentado, secretamente, silenciosamente, como los intereses en una cuenta de ahorros.” Leía esto y cerraba los ojos, diciéndome: “No escribas esto ahora, Stephen, no fastidies los momentos más importantes”. No he leído el resto de sus novelas, esta fue la tercera que publicó y por ello quiero pensar que se debe a su impericia inicial o que un escritor como él lo hace a sabiendas, que baja el nivel de su prosa para que sea recibida sin recelo por el público mayoritario.
Stanley Kubrick convierte una novela de calidad media en una obra maestra del cine. Su terror es sofisticado, refinado, en lo detalles sutil. Consigue resumir la trama, se desprende de lo accesorio e inestable, vela lo evidente porque confía en la inteligencia del espectador para intuir y conectar aspectos del argumento. Y su estilo de rodaje es bello. No recuerdo película de terror, salvo Anticristo, cuyas imágenes me hayan embelesado y El resplandor lo hace.
King ha doblado las piernas en varios golpes y se ha mantenido en pie de milagro. He de reconocer su mérito como creador original de la obra. Kubrick también lo hizo porque respetó bastante su trazo grueso, aunque no por ello dejó de atacar con fiereza. No ha habido nocaut pero Kubrick ha ganado holgadamente a los puntos. El resplandor ha sido un espectáculo soberbio.