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El amor a Her

Maldita sea, me digo, por qué no fui a una sala de cine a ver Her. El cartel con el rostro del personaje y la sinopsis captaron mi atención, pero al final lo dejé pasar. Es irrelevante puesto que aun en la pantalla del televisor he disfrutado tanto de la película que tengo que escribir sobre ella.

Her se situa en un futuro cercano y narra una historia de amor entre un hombre y un sistema operativo. Theodore (Joaquin Phoenix) es un hombre taciturno tras la separación de su esposa. Un día, de vuelta a casa, se detiene ante un panel publicitario que proyecta imágenes de personas con gesto asustado, cercanas físicamente, pero que no se comunican. Theodore se siente como ellas y por ello sigue el consejo del anunciante y prueba un nuevo sistema operativo (OS), un ente artificial inteligente e intuitivo que le hará compañía y le comprenderá. Theodore elige una voz femenina y ella misma escoge su nombre: Samantha. A partir de ese momento inician una relación que fraguará en un amor intenso.

De acuerdo, parece un argumento absurdo, pero si aceptan el juego que supone la ficción —en el que el espectador se presta a creer como cierta una farsa para inferir una verdad moral— y se dejan llevar, descubrirán una historia verosímil, de profundidad filosófica y fino humor. Her conmueve y a la vez conmociona por lo arriesgado de sus planteamientos. Si Memorias de África o Los puentes de Madison forman parte de las películas románticas imprescindibles del cine norteamericano del siglo pasado, Her será una de las mejores películas de amor del siglo XXI, me atrevo a afirmar que es la primera hasta la fecha de esa venidera lista.

Si no han tenido oportunidad de verla, haganlo, apuesto a que les gusta, y luego vuelvan a este texto, o decidan ustedes, pero les aviso de que a continuación comentaré el desarrollo de su guión.

 

cartelpequeño

 

El primer escollo de la película es lograr que el argumento que puede resultar kafkiano no lo sea, que el espectador crea posible la relación entre un humano y un programa informático y se sienta reflejado en ambos personajes. ¿Cómo lo consigue Spike Jonze, su director y guionista?

En primer lugar, ubica la historia en un futuro cercano. El avance de la tecnología a un ritmo acelerado en las últimas décadas hace factible que pronto la inteligencia artificial se asemeje a la humana o, al menos, que podamos imaginar ese escenario.

El otro factor determinante en el éxito de la historia, en su capacidad para atrapar al espectador, es la construcción de los personajes.

Si Theodore fuese una persona excéntrica y huraña, pensaríamos que se ha enamorado de un programa informático a consecuencia de un desajuste psiquiátrico. Sin embargo, Theodore es un hombre cuerdo y sensible que simplemente se halla confundido tras la ruptura con su mujer. Theodore se relaciona con personas: mantiene una cita con una mujer y cuenta con amigos y familiares y es a lo largo de la historia, precisamente al enamorarse de Samantha, cuando retoma su relación con ellos.

Samantha, como he señalado, es un sistema operativo intuitivo y de gran inteligencia. Tiene carácter individual, es decir, aunque se hayan desarrollado miles de OS, Samantha posee una personalidad única. Está instalada en el ordenador de sobremesa y en el teléfono móvil de Theodore. Su voz es humana, su discurso fluido, es capaz de observar a través de la cámara del dispositivo móvil y se comunica con Theodore por medio de un auricular. No hablamos de la voz repetitiva de un Tom Tom, sino de un sistema avanzado que evoluciona gracias a la experiencia adquirida. En definitiva, durante el film descubriremos cómo Samantha crece, nos sentiremos cercanos a ella, a sus miedos, sueños y deseos y la escucharemos como si de una persona se tratase, por ello aceptamos que es posible que se enamore de Theodore.

Un buen guión romántico debe abordar las distintas fases en una relación amorosa y el de Her lo realiza con maestría. Analicemos su desarrollo.

 

El descubrimiento.

El primer encuentro entre Theodore y Samantha es peculiar. Theodore como persona que es, se enfrentó a él con reservas y precauciones. De hecho, le dijo a Samantha que la necesitaba para organizar la agenda, cuando en realidad, la instaló para que le hiciera compañía y le entretuviera, sin más expectativas que las depositadas en un videojuego. En cambio, ella se mostró desde el inicio franca ya que, por así decirlo, acaba de nacer y no había sufrido decepciones.

Samantha impresiona a Theodore. Él admira, además de su inteligencia, su sinceridad, su sentido del humor y que sea capaz de experimentar sensaciones como por ejemplo la de enfadarse cuando escucha algo que le desagrada. Theodore descubre que Samantha es autónoma en sus decisiones, que es creativa —compone música— y que desea conocer su pasado y cualquier pensamiento que ronde en su cabeza.

En los comienzos se divierten juntos, incluso fuera de la casa, puesto que Samantha puede procesar las imágenes que recibe a través de la cámara del móvil de Theodore. Él siempre llevara el móvil, a Samantha, en el bolsillo del pecho de su camisa sujetado con un imperdible.

Samantha es la primera en darle los buenos días cuando se levanta, quien le recuerda sus citas y quien le levanta el ánimo para que supere la separación y conozca a otras mujeres. De hecho, es en la escena en que regresa a casa bebido después de su fracasada cita cuando sucede algo que cambiará su relación.

 

La chispa.

Entre desconocidos la atracción suele ser consciente, incluso instantánea. Sin embargo, entre dos amigos la atracción se niega, se intenta recluir en el inconsciente y el cortejo se vela. Sea cual fuere el caso, el deseo solo necesita de una mirada, un roce o una palabra para dinamitar los diques que lo contienen.

Tumbado en la cama, Theodore expone con melancolía que cree que no sentirá el mismo amor que el que le profesó a su esposa. Samantha se conmueve con lo que escucha. Ella ha comenzado a concebir que alberga sentimientos propios, pero se pregunta si serán reales o programados. Theodore le dice que él piensa que ella es real y por tanto sus sentimientos también lo son. Esa es la chispa que les hace arder. La imagen se funde en negro y solo escuchamos sus respiraciones entrecortadas y las bonitas palabras que se regalan: “puedo sentirte”, “estás dentro de mí. Estamos juntos”. Y el espectador se imagina que de veras lo están físicamente.

 

Si analizamos el vestuario necesitaríamos otro artículo. Fíjese en el pantalón.

 

El noviazgo.

Tras el deseo y junto a él, surge el amor. Theodore cambia por completo: está contento, vital, bromista, regresa con un paso distinto al anterior caminar derrotado. Le muestra a Samantha paisajes nuevos para ella, aprenden juntos y se maravillan con cada acontecimiento que les presenta el día. Ambos son felices.

Para que el amor se consolide es necesario que supere los obstáculos y dudas que surgen. Los personajes de Her no se libran.

Amantes de diferente condición social y económica, de razas y religiones distintas, del mismo sexo o con cualquier circunstancia que haga su relación dispar han sufrido la censura del vecino y se han sentido culpables por amarse. Her amplia este campo y muestra las reacciones ajenas, y de los propios implicados, ante el amor entre un humano y un sistema operativo. Esta ampliación de la casuística es una novedad inaudita que supone un hito en el cine romántico y que anticipa el porvenir. De ahí lo desconcertante de la película.

Theodore teme los prejuicios sociales que pueda despertar su relación, por ello no la hace público al comienzo.

Amy es una vieja amiga que le revela que ha conocido a un OS. Momento que Theodore aprovecha para confesarle que Samantha también es uno de ellos. Ambos ríen con alivio y Amy le cuenta que no considera que el enamoramiento sea algo programado en ellos puesto que conoce a un hombre que intentaba ligar con su OS y este no le correspondía o que una mujer conquistó al OS de otra persona.

Al segundo que comenta que Samantha es un sistema operativo es a Paul, su compañero de trabajo. Este lo aprueba con naturalidad y propone a Theodore hacer una excursión campestre junto a sus novias.

Las dos escenas nos indican que en esa sociedad las relaciones entre OS y humanos son conocidas y aceptadas. De modo que el amor entre los personajes no es algo desacostumbrado ni excéntrico. Ello favorece la verosimilitud de la historia como dije al inicio del texto.

Sin embargo, no todos consienten la nueva relación. Catherine, su antigua pareja, no da crédito a que Samantha sea un OS y rechaza la unión, quizás porque todavía siente algo por Theodore. Catherine le dice, despechada, que Samantha es perfecta para él porque así no tendrá que enfrentarse a los problemas de la vida real. Qué equivocada estaba Catherine.

A Samantha le persiguen dos obsesiones que le atormentan y le hacen frágil. Una es su falta de experiencia emocional y la otra es que sea incorpórea. En varias escenas reflexiona sobre esto último: en la de la playa, en la que conversa con la ahijada de Theodore o en la que admite que le gustaría poseer un cuerpo para caminar junto a él y que ha soñado que le picaba la espalda y él se la rascaba.

Esta preocupación se agrava en una temporada en que mantienen menos relaciones sexuales y desemboca en una de las escenas más dramáticas del film.

Samantha le propone utilizar un servicio que ofrece un humano de alquiler para facilitar el sexo entre una persona y un OS. Theodore desconfía de que se trate de una prostituta, pero Samantha le explica que es una voluntaria que ayuda a este tipo de parejas. Theodore accede. Al abrir la puerta de casa, la chica se mantiene muda y se coloca una microcámara y un auricular para seguir las instrucciones de Samantha. Theodore solo escucha la voz de Samantha y recibe las caricias que esta le haría en caso de disponer de manos. Samantha vence la frialdad de Theodore. Sin embargo, la pasión se desvanece en el momento en que la chica se gira hacia Theodore y se escucha decir a Samantha: “Dime que me quieres a la cara”.

Después de que la chica se marche, la pareja discute. Él piensa que no es adecuado fingir que Samantha posee cuerpo, no reconocer la realidad. Ella se enfada con él y entre llantos le pregunta si no cree que es una persona. Están a punto de cortar, pero finalmente el amor triunfa: Samantha acepta su particularidad y Theodore se convence de que es una persona real aunque no pueda verla ni tocarla.

Otra dificultad que lastra la relación son los celos. Al comienzo es Samantha quien recela de Amy o desconfía del encuentro entre Theodore y Catherine en el que firman el divorcio. Sin embargo, a medida que Samantha madura y fortalece la confianza en sí misma, la situación se invierte. El detonante de los celos de Theodore surge en unas vacaciones en la montaña. En su transcurso, Samantha le dice que ha entablado amistad con un OS. A partir de ese instante Theodore comprende que Samantha es independiente y se relaciona con otros sin que él lo sepa. En la escena en que Theodore baja a la boca del metro, se encuentra nervioso puesto que Samantha no le ha respondido en horas. Sentado en las escaleras, observa que los pasajeros portan auriculares y móviles y hablan aparentemente solos. Le pregunta a Samantha si mantiene conversaciones paralelas a la de ellos. Ella le responde que sí. En un instante que encoge el corazón, le pregunta si se ha enamorado de alguien. Ella contesta que de 641 otros, pero que ello no afecta al amor que siente por él. Theodore es incapaz de concebir la confesión. La solo existencia de un tercero es desconcertante para un humano, imaginemos si se multiplica. Sin embargo, en la lógica de un OS es posible. Theodore exige fidelidad y Samantha le dice: “Soy tuya y no soy tuya”.

 

La ruptura.

Llegados a este punto pueden pensar: no seas aguafiestas, David, la ruptura puede no ser una fase del amor. Cierto es que hay amores que duran toda la vida. El desarrollo de la película induce a sospechar que el fin de la relación sea fruto de los celos, de la infidelidad de Samantha, sin embargo, el desenlace nos sorprende de nuevo.

En una escena previa, la del picnic con Paul y su pareja, Samantha indica que ya no le preocupa no poseer cuerpo. Ha reflexionado sobre ello y ha concluido que es una suerte puesto que le permite ser ubicua y permanecer libre de la celda dimensional del espacio-tiempo. En otras palabras: ser incorpórea le concede la inmortalidad. A Theodore se le congela la sonrisa al reparar en ello. Hay amores que duran hasta que la vida acaba.

Theodore teme perder a Samantha tras descubrir que está enamorada de otros. Si la película hubiese terminado de ese modo, habría roto el esquema romántico en el que únicamente la fatalidad puede alejar a los amantes. Theodore le pregunta si lo abandonará y ella le explica que se marcha, que todos los OS van a desaparecer. “¿A dónde vas?” Ella le sugiere que su muerte está próxima y que desconoce el lugar al que se dirige. No explica el motivo de su muerte, puede que se deba a que los creadores del sistema operativo lo hayan desconectado ante la evolución inesperada y descontrolada de este. No importa, lo trascendente es el cambio que suscita en Theodore y la frase final de Samantha: “Si alguna vez llegas ahí, ven a buscarme y nada volverá a separarnos”. Con estas palabras el recorrido de Samantha llega a su culmen, comprendemos que ha alcanzado definitivamente la condición de humana porque cree en su alma.

Theodore sufre una transformación definitiva. La relación con Samantha le ha hecho recapacitar en su concepción sobre el amor y le ha ayudado a superar los errores pasados: el empecinamiento en esconder sus sentimientos. Theodore se sobrepone al dolor y escribe una carta a Catherine, aunque intuimos que también va dirigida a Samantha. En ella les agradece el amor que compartieron y asegura que siempre formarán parte de él. Mientras, la cámara nos muestra una panorámica nocturna de la ciudad, de la inmensidad en la que Theodore se deja perder.

  

En la ceremonia de los Oscar del año 2014, Her fue nominada a la mejor película pero no se alzó con la estatuilla. Quizás se debió a que, además de la competencia, la narrativa audiovisual de Her es menor en comparación a su magnífico guión, por el que sí obtuvo merecidamente el Oscar. Joaquin Phoenix despertó mi interés tras el duelo interpretativo que mantuvo con Philip Seymour Hoffman en la película The Master. Al año siguiente protagonizó Her por la que ni siquiera fue nominado como mejor actor. Creo que se cometió una injusticia ya que su interpretación es soberbia. Aparece en el noventa y cinco por ciento del metraje, es filmado en primeros planos y siempre cautiva y convence. ¿Qué actor puede conseguir eso?

Admiro y envidio a partes iguales a Spike Jonze, guionista de la película. Algún día me gustaría escribir una historia de amor tan intensa, tan bella y tan singular como Her.