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Ralentí

POR RAÚL EMBID

Demasiados kilómetros han recorrido nuestras ruedas para el poco mantenimiento que nos hacemos. Además, nos metemos siempre por los peores caminos, utilizamos aceite de baja estofa y la carrocería hace años que perdió atractivo. El interior puede no resultar agradable al principio, pero es para gustos: ha enamorado a gente e incomodado a otros. Los motores, eso sí, funcionan. Quizá no tengan mucha potencia, pero son fiables y duraderos. Se puede decir que somos unos vehículos polivalentes con los que poder divertirte en tramos cortos de curvas cerradas o hacer un asombroso trayecto de larga distancia.

 

Conocí a David cuando él era tan sólo un genial Seat 133 rojo con un flipante motor trasero y yo un Seat Marbella del mismo color, 40cv y sin radiocasete. Junto a él, he recorrido incontables parajes, pinchado unas cuantas ruedas y abollado más de las que podemos recordar, pero siempre nos hemos ayudado el uno al otro a salir de cualquier zanja o a empujar en duros puertos de primera. Él conoce mi mecánica a la perfección, con sus problemillas y defectos, y yo sé qué tuercas he de apretar para que su motor ruja perfectamente engrasado. Quizá no seamos unas berlinas de lujo, pero todos sabemos que en esos coches no te dejan comer pizza adentro. Y creo que a todos nos gusta la pizza.

Para mí, realizar este proyecto junto a David ha sido como recorrer la Ruta 66 en un Corvette del 81: emocionante e inolvidable. Esta aventura, a pesar de habernos perdido un par de veces, tenido algún accidente y quedado sin gasolina en los sitios menos recomendables, desde su planificación hasta haber llegado al destino, ha sido generosa y nos ha provisto de los beneficios de viajar: nos ha abierto la mente, regalado gratas experiencias y permitido conocer a gente encantadora que nos ha brindado su valioso tiempo y atención a cambio de nada. Desde aquí queremos agradecéroslo, aunque unas pocas palabras no basten para saldar esa deuda.

Hemos llegado al destino, sí, pero el viaje continúa.

Después de todos estos años, ahora, David se ha convertido en un compacto rojo descapotable con unas ruedacas bien gordas que dibujan firmes líneas en el asfalto, ávido de kilómetros que trazar. Y yo soy una furgoneta negra —también de esas gordas, me temo— con cristales tintados y unos enormes y relucientes faros de cristal con los que mirar el mundo. Y, por supuesto: equipazo de música.

 

Me despido con el parabrisas empañado y el motor medio ahogado pero orgulloso por las nuevas pegatinas del portón de atrás y feliz al ver por el retrovisor todo lo que hemos recorrido sabiendo que tenemos el depósito lleno y la música lista para nuevos caminos que nos sorprendan, inspiren y emocionen.

A pesar de la oscuridad e inquietud que nos habéis dicho sentir tras experimentar «Vidas desguazadas», enorme es el amor y la pasión con que hemos escrito y fotografiado.

 

Ráfagas para todos.

2 Responses

  1. Buen escrito del tocayo tirando del motivo de la exposición. Deberías David, decirle a Raúl que no invado tu espacio: Tu escribes, él fotografia, nada de ir mezclándolo todo. Me alegro, una vez más, por el éxito de vuestra exposición y voy a empezar una novena para que circule por todo el mundo.

    Raúl Martín

  2. Raúl, no sabía que aparte de fotografiar y operar con cámaras sabías escribir, hasta se te da bien.

    Iñaki

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