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Los jóvenes abrazan a los muertos

 

A mediados del siglo XIX la legislación española apartó a los muertos de los vivos. Se obligó a los ayuntamientos a construir cementerios en las afueras, preferentemente en lugares elevados y con ventilación. Se adujeron motivos de salubridad, pero también los había estéticos y de psicología social: evitamos pensar en la muerte y una necrópolis nos la recuerda.

En Utebo, mi pueblo, el camposanto se situó en El Monte, una cota ligeramente alta alejada del casco antiguo y con pocas casas de labradores cercanas. Siglos de débil crecimiento demográfico y urbano no hicieron presuponer que esa distancia sería insuficiente con el tiempo.

Imagen área de Utebo en 1958. El rectángulo irregular de la parte inferior es el cementerio.

 

En la cotidianidad de los habitantes de las ciudades, las tumbas dejaron de estar presentes. Había que visitarlas ex profeso, emprender una larga caminata.

El crecimiento urbano del siglo XX ocasionó, primero en las grandes urbes, que los bloques de viviendas se acercaran. Los legisladores decimonónicos se hubieran inquietado, pero los políticos contemporáneos recalificaron los terrenos próximos a los cementerios para levantar barrios residenciales baratos. Los muertos y las epidemias ya no asustaban a nadie y menos a los jóvenes que poblaban esas nuevas zonas.

En Utebo los vivos rodearon a los muertos a principios de este siglo. En la antigua gravera, durante años también circuito de motocross, se construyeron pisos, una plaza y una guardería, una contraposición desafiante porque ingresaban más niños en esta que muertos en el cementerio. En Zaragoza un descampado y los montes de Torrero han sido la única separación física con la nueva comisaria de policía local y Puerto Venecia, un complejo comercial. Las familias se desplazan hasta allí a comprar cualquier cosa imaginable, al cine, a comer. En el trayecto los pequeños observan las tapias del cementerio que se han reincorporado al paisaje urbano. Preguntan a sus padres.

Utebo ha inaugurado un nuevo cementerio a menos de un kilómetro en línea recta del antiguo, justo en el momento en que la población se estanca tras la burbuja inmobiliaria. Linda con el barrio zaragozano de Monzalbarba junto a los depósitos de combustible. Los adosados están todavía alejados. Parece significar un desafío a los constructores y a las futuras familias, al negocio y a la fecundidad. Un reto con resultado previsible: las cisternas desaparecerán y los jóvenes volverán a abrazar a los muertos.

El círculo violeta rodea el antiguo cementerio, el rojo el nuevo.

 

Fotografía de la portada: Raúl Embid.

Fotografía antigua de Utebo cortesía de Miguel Fuertes, procedente de los archivos de la Generalitat Catalana.

Fotografía satélite manipulada de Google Earth.

 

1 Responses

  1. Gravera, también llamada antiguamente Barrana, derivado de Val-ranas. Junqueras por doquier, sudor de esos partidos interminables de fútbol, secadero para el «panizo», etc. Ya se abrazaba la muerte de bien críos, cuando esa gravera servía de campo de batalla entre cuadrillas de zagales ya que las armas arrojadizas estaban al alcance de la mano, cuqueras varias, y algún punto de sutura por el boticario de turno.

    Miguel Fuertes

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